Fuente: Rodolfo Walsh, ¿Quién Mató a Rosendo?, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1995.
El vandorismo tiene su discurso del método que puede condensarse en una frase: “El que molesta en la fábrica, molesta a la UOM; y el que molesta a la UOM, molesta en la fábrica”. La secretaría de organización del sindicato lleva un prolijo fichero de "perturbadores", permanentemente puesto al día por los ficheros de las empresas. ¿Se explica ahora que la Banca Tornquist despidiera a Raimundo Villaflor aun antes de que su nombre apareciera en los diarios?
Al despido sigue siempre la expulsión del sindicato, o viceversa: el artículo 9 de los estatutos permite expulsar a un afiliado sin asamblea, por simple resolución de la directiva.
De este modo fueron arrasadas a partir de 1959 las vanguardias más combativas. Las denuncias rara vez llegaban a los diarios: recién en 1967, con la aparición de fuertes listas opositoras, es posible documentar esa interminable sangría. En septiembre de ese año, la lista gris (peronista) prueba la complicidad de la UOM con los despidos de más de setecientos trabajadores-antivandoristas en veinte empresas. (…)
Hay desde luego quienes no se conforman: protestan, agitan, piden asambleas. Actúa entonces el segundo escalón del aparato: una buena paliza suele disuadir al perturbador. Si aun eso es insuficiente, (…) puede aparecer con un tiro en la cabeza en un camino suburbano.
Esto no sirve cuando el rebelde tiene ciertas condiciones, cuando se llama Felipe Vallese y es un luchador sin miedo. Aparece aquí el tercer escalón: la policía. Secuestra, tortura, mata. No importa que el secuestrado en la comisaría de Villa Lynch dé a dos detenidos que salen en libertad el número telefónico de la UOM; no importa que en efecto, llamen ahí: "El sindicato no mueve un dedo". No importa que todavía haga llegar a Vandor un mensaje desesperado donde dice que lo están destrozando; el papelito se pierde, Vallese es "comunista".
Vandor se ha mantenido diez años al frente de su gremio, y lo que pensaban sus representados se ignoró hasta mayo de 1967, cuando dos listas opositoras se presentaron a discutirle la conducción. Cualquiera de las dos, la gris o la rosa, bastaba para derrotarlo. Pero sus amigos de 1959 habían escalado posiciones: el subdirector de relaciones San Sebastián era ya el secretario de Trabajo San Sebastián, y en ese carácter ordenó la suspensión de las elecciones en la UOM y la prórroga de los mandatos de sus dirigentes. La maniobra resultó visible hasta para el comentarista gremial de La Nación."Esta disposición -dijo- salvaría a Vandor del riesgo muy posible de perder el mando de su gremio." (…) “Qué lástima -dijo Vandor-. Entonces no hay comicios.” Y se quedó, elegido por el secretario de Trabajo del gobierno elegido por nadie.
Ahora había que ajustar la deteriorada maquinaria. Las grandes empresas metalúrgicas despiden uno por uno a los enemigos conocidos de Vandor. La General Electric echa a cinco candidatos de la lista gris, además de 56 obreros de su planta Santo Domingo y 70 (incluso 12 delegados) de su planta Carlos Berg. La Philips completa un millar de despedidos: no queda ningún delegado, o que haya sido delegado aun en los tiempos más remotos.